28/12/09

Crítica de 'Cabeza de Turco'

Truman Capote fue maestro de la objetividad. Mencionaba Cristina Peri Rossi en el prólogo a Música de camaleones (Ed. Anagrama. Barcelona, 1988. Para Circulo de Lectores, 1995): “Truman Capote se planta, como observador, frente a un hecho o a una persona real y procura hacer un trabajo de campo: un relevamiento de la realidad. Por supuesto, él aparece, en lugar secundario, ya que su presencia forma parte, también de la realidad”.

Pero Truman Capote seguía siendo Truman Capote. Su gran virtud, además de su prosa, es que supo estar en el momento adecuado en el sitio adecuado. Y rodearse de la gente adecuada.

Hunter S. Thompson va algo más allá con su periodismo gonzo. Se convierte en generador de noticias al interactuar en las realidades de las que, en principio, es observador. Su adicción a los excesos, especialmente con las drogas, lo llevan en alguna ocasión a hacerse pasar por otra persona. Pero no hasta el punto de transformarse o prolongarlo durante un tiempo considerable. De hecho, una vez pasados los efectos tóxicos apenas lograba reconocerse a sí mismo…

Por otro lado, Tom Wolfe se quemó los dedos en su propia hoguera. De vanidades, por supuesto. No parece probable que hubiera llegado (o querido llegar) a las simas de Günter Wallraff. Su estilo es otro. Diferente, otro. Tanto para disfrutar de la vida como del periodismo.

Una decisión personal. Una forma de vida. Wallraff tomó el camino más turbulento. ¿Búsqueda de éxito? Posiblemente. ¿Por qué no? Todos, de una forma u otra, aspiramos a ello. Pero el precio pagado es tan alto que cuestiona si merece la pena. Es de suponer que una decisión así parte del convencimiento. Desde lo más profundo de uno mismo. Lo que se hace con las entrañas –y nada más literal en el caso de Günter Wallraff– es digno de respeto y admiración. Y es doblemente digno de respeto y admiración cuando aquello que se hace tiene como destino facilitar o mejorar la existencia de sus semejantes o lo que los rodea.

Wallraff sorteó con maestría los límites del sensacionalismo y del oportunismo. Nada sencillo, una vez más. Parece encontrarse a gusto en lo intrincado y anguloso. Lo habitual es dar el traspiés. Sin embargo, sus pasos fueron firmes y seguros. Esto es lo que lo convierte en rara avis, en ejemplar único. Mantenerse fiel a uno mismo durante tanto tiempo supone una fortaleza moral inquebrantable.

El reciente informe que lo inculpa de colaborador de la Stasi es algo con lo que tendrá que enfrentarse. Es más, está obligado moralmente por ser quien es y representar lo que representa, o ha representado hasta ahora. Los errores del pasado tienen la molesta cualidad de pasar factura, sobre todo si son ciertos. Pero esta mácula no puede, esto es: no debe, emborronar toda su labor.

Repito: se puede estar de acuerdo, o no, con los planteamientos y principios de una persona. Pero cuando esa persona efectúa una labor coherente con sus ideas, sin traicionarse a sí mismo, es justo reconocerle el mérito. Para ello, es importante afrontar la lectura de un texto dejando de lado ideas preconcebidas, clichés, recelos y suspicacias.

El autor es un profesional con recursos. Ya se ha hablado de su preparación y su aporte documental, garante de veracidad. No pueden dejarse cabos sin atar. Por este motivo, es admirable cómo, con fortuna en unos casos y con pericia en el resto, Wallraff-Alí consigue zafarse de situaciones imprevistas realmente complicadas. Sirvan de ejemplo: improvisar supuestas palabras turcas (pág. 65) o razonar por qué no habla en turco con sus compatriotas (pág. 82); salir airoso del episodio con la policia debido a su ruinoso Volkswagen (pág. 115) y, entre el absurdo y la desesperación, inventarse una historia sobre su experiencia como karateka cuando es sorprendido por su jefe, Adler, haciendo señas a un fotógrafo (pág. 160).

En el aspecto de los contenidos, me gustaría apuntar que el paisaje industrial que ocupa el fondo del relato está, lamentablemente, a un nivel muy próximo al de la primitiva era industrial. Es el mismo sobre el que se tejía el universo dickensiano. Pero lo peor es que aún persiste cuando hemos entrado en el siglo XXI.

Hay un aspecto inquietante y que se repite en otros ámbitos (sociales, educativos, etc.): Aquello que en regiones industriales avanzadas no ha funcionado bien no es corregido en zonas con desarrollo más tardío. Todo lo contrario: se lleva también a la práctica, como si se tratara de un paso inevitable para obtener la designación de región industrialmente avanzada. Verbigracia, en el texto se habla de agencias de trabajo, de mediadores entre las empresas y los trabajadores.

Este tipo de empresas o servicios se instalaron en España a principios de la década de 1990. Y sin embargo, a pesar de la experiencia de otros países (como en este caso, la RFA), no se toman las medidas para evitar que se reproduzcan sus fallos y limitaciones.

Ítem más. El libro en sí narra las condiciones infrahumanas, plenas de riesgos, en las que debían desenvolverse gran cantidad de trabajadores. Por diversos motivos, entre los que destacaba la recesión económica, no les quedaba más remedio que aceptar cualquier cosa. Si no lo hacían ellos, lo harían otros.

Aunque muchas de las anécdotas que narra Wallraff parecen escritas con la pluma de un Cela tremendista, no hay que alejarse mucho en el tiempo para encontrar casos semejantes. Hoy día, los diarios están plagados de noticias en las que se habla de sentencias delirantes que inculpan al trabajador por acometer, poco menos que por su cuenta, un trabajo de riesgo para su integridad física. Lo responsabilizan, por tanto, de sus accidentes laborales (!).

Se ignora la realidad del día a día, el trabajo a destajo, las presiones y coacciones que tiene que soportar, la precariedad... Recientemente, y como colofón a varios casos con sentencias sospechosas, aparecía el siguiente titular en un diario nacional: ‘Los trabajadores pueden negarse a recibir órdenes si entrañan riesgos’ (La Razón. 22/XI/2003). Que algo tan obvio tenga que ser ratificado por un Tribunal Supremo no es buena señal.

¿Se verá Günter Wallraff –y con él tanta gente– abatido por el desánimo al comprobar que su esfuerzo apenas ha cambiado nada? O, por el contrario, ¿surgirán más contraperiodistas que, como él, traten de apartar los espesos cortinajes que impiden ver y avanzar?

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Escrito en enero/febrero de 2004.
Referencias a la edición de Anagrama de 1999.

Estrategia literaria en 'Cabeza de turco'

Es evidente que Wallraff persigue un objetivo con la transformación durante dos años en Alí. Pero la forma de plasmar los resultados es, en general, mesurada. Expone lo ocurrido, cómo lo trataron, cómo trataron a sus compañeros. Pero, en última instancia, permite al lector que una los datos, que saque conclusiones. En general, al lector le bastará con comparar la realidad circundante, aunque no viva casos tan cruentos. Y al que no lo conozca le hará reflexionar sobre ello y, con suerte, profundizar para discernir la veracidad o no de esas zonas de penumbra.

Se tiene que confiar en el autor; es decir, confiar en que lo que él cuenta –o cuentan las voces– responde a la realidad. Puede existir un margen de distorsión en el enfoque, debido a la ideología de una persona; a sus preferencias y a sus fobias; etc. Pero esto es algo de lo que todos somos conscientes. Se puede estar más o menos de acuerdo, pero las evidencias son elocuentes. Por eso es tan importante la documentación y testimonios que apoyan un texto; sus fuentes (y el reconocimiento de éstas, si es posible); la trayectoria del autor (quien, aunque en los últimos tiempos se ha visto sacudido por un affaire resucitado de aquella época, no parece haber afectado a los pilares básicos de su obra).

En cuanto a los recursos literarios: los mínimos. Unas pinceladas de ironía, ciertos aires de misterio y tensión (sobre todo cuando se encuentra en situaciones comprometidas, en las que cree que será descubierto y su trabajo no servirá para nada). Y poco más. Todo ello en momentos puntuales, aportando ritmo e interés al relato. El recurso más eficaz, por tanto, acaso sea la desnudez sumada a la exposición de datos. El cúmulo de información responde al crescendo del que hablé más arriba. Es el recurso para que el lector, una vez que se introduce en la historia, perciba, sienta, sin la ayuda de un lenguaje farragoso y barroco.

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Procedimientos narrativos en 'Cabeza de Turco'

Estilo y estructura.
Se trata de un amplio reportaje mostrativo cuya historia es unitaria. Podrían trazarse tres líneas que dividen la obra. Pero la división entre ellas no es abrupta, sino con suaves transiciones.
En una primera parte, que el autor abrevia deliberadamente, transmite la incertidumbre que le embarga al convertirse en Alí: no ha de levantar sospecha, debe cuidar su aspecto de turco con todos los sentidos alerta, ejercer duros trabajos, aguantar cualquier contratiempo...

En resumidas cuentas: es una introducción en la que el autor pone en antecedentes al lector y que a él le sirve para pasar la prueba. De ello dependía el éxito de su proyecto.

En un segundo tramo, en el que Wallraff ya está identificado con Alí e integrado en el mundo laboral germano, comienza su periplo por diferentes trabajos y sectores laborales. Es un crescendo que, irónica y lamentablemente, podría ajustarse al famosísimo lema de Microsoft ¿Hasta dónde quieres llegar hoy? Una subdivisión de esta segunda parte, relacionada con su agónico viaje al final de la noche, sería la formada por los capítulos concernientes a la conversión religiosa de Alí y a la tragicómica escenificación en la funeraria para resolver su supuesta muerte cercana.

La tercera parte presenta un Wallraff maduro en su papel de Alí, abocado a llevar a las últimas consecuencias su papel. En este momento, Wallraff decide tomar decisiones. Después de estar de un lado para otro, cree conveniente dejar de ser zarandeado. Consigue convertirse en empleado de confianza de un siniestro personaje para tenderle una trampa en su propio terreno. Es la rúbrica perfecta para abandonar a Alí y construir la obra que recoja todo lo que ha visto y vivido.

Así, en esta obra, predomina la analítica: el autor aporta datos de forma objetiva y apunta posibles consecuencias. Por tanto, deja que el lector se implique y saque sus propias conclusiones.

Es momento de matizar. Este tipo de trabajo se define más correctamente como reportaje de disfraz. En este tipo de reportajes, el periodista se disfraza de lo que no es para contar lo que pasa desde ese punto de vista. El riesgo que se corre es la tendencia a falsear. Günter Wallraff nunca aconsejó que este tipo de periodismo lo tuviera que hacer cualquiera. Para él era la única forma de denunciar estas situaciones.

Escenificación
Los diferentes trabajos y lugares a los que acude como Alí. Los primeros lugares suponen su introducción en el mercado laboral como turco y los menciona de forma somera: una caballeriza, una granja, las calles y otros emplazamientos en los cuales su estancia es breve.

También acude a lugares públicos con el fin de probar su caracterización: un estadio de fútbol (intercalándose peligrosamente con un grupo de jóvenes neonazis); alguna cafetería; un mitin político (donde engaña al líder ultraderechista F. J. Strauss).

Después, ya plenamente introducido en la sociedad alemana como turco, los escenarios laborales requieren más atención: un restaurante McDonald´s; empleos concernientes a la industria: de la construcción, de la siderurgia, de la energía nuclear…; o un laboratorio farmacéutico.

Los distintos empleos en ocasiones también suponen cambios espaciales: de una ciudad alemana a otra, ya sea para buscar nuevos trabajos o bien corresponden a desplazamientos.
En paralelo a la narración principal muestra otras situaciones no relacionadas directamente con lo laboral: entre otros, edificios religiosos; una funeraria; la barriada en la que reside, Bruckhausen, en Duisburg; su infravivienda en la calle Diesel.

Diálogos
El autor recoge e intercala un gran número de diálogos en su obra (sin alterar los distintos léxicos de cada testimonio, incluyendo el lenguaje impostado con el que Wallraff se hace pasar por turco), lo que procura ritmo; caracterización de los personajes; impresión de veracidad y credibilidad; sensación de documento directo con gran aporte de información en bruto; situación de tiempos y lugares...

La mayor parte de los diálogos se producen entre él –siempre como Alí– con empleadores y compañeros; o bien de encargados con trabajadores. También incluye algún diálogo entre empresarios (en los últimos diálogos, en el capítulo El encargo, se vale de amigos de su vida “real” para tejer una encerrona a Adler, uno de los mediadores en la explotación de los trabajadores).

De igual manera, refleja también las conversaciones que mantiene con los diferentes sacerdotes o portavoces religiosos; así como con los encargados de la funeraria, o con una de las empleadas de LAB, el laboratorio farmacéutico en el que se empleará como cobaya humana.

El trabajo es maravilloso. Intercala a la perfección tanto unas breves líneas como toda una escena que funcionaría en cualquier obra teatral. Es de suponer que en algunos casos se ayudaría de grabadoras, pues sería muy difícil reconstruir unos diálogos tan naturales y expresivos.

Puntos de vista y presencia y voz del narrador
El punto de vista es interno. El autor es parte de la historia: es personaje y testigo a un tiempo.
En consecuencia, la voz del narrador es en primera persona. En primerísima persona. Actúa como una cámara: a excepción de las digresiones y otros elementos anexos que pueda añadir en la elaboración posterior, lo que se narra es lo que él ve.

El predominio de los presentes en los tiempos verbales sirve de apoyo, tanto a las funciones narrativas como a la inmersión del lector en las peripecias de Alí. El principio de identificación es una de los elementos que componen la técnica de redacción de los reportajes mostrativos. Si consigue generar empatía, consigue transmitir, compartir su experiencia con los lectores. De esta forma, el narrador también permite al lector que dictamine por sí mismo (“Escribir para contar, no para probar”).



Descripciones
Sus descripciones, de personas, ambientes o lugares, destacan por la concisión, el ahorro en las palabras, la brevedad en la frase y el excelente manejo de la elipsis. El autor no se anda con giros innecesarios. No comete el error de adornarlo con florituras. Como si lo estuviera redactando según le ocurre (posiblemente tomara apuntes de forma constante y a escondidas), apenas se aprecia retórica una vez editado y publicado.

En primer lugar, se describe a sí mismo caracterizado como Alí. Luego describe a sus compañeros, a sus jefes, y a aquellas personas con las que trata de establecer algún trato… Son, por encima de la descripción física, descripciones morales.

Trata de introducir una pincelada de caracaterización psicológica, igual que, cambiando de técnica, puede adivinarse en la mirada de muchos personajes de Velázquez o Goya. Lo aplica especialmente en sus jefes y encargados, cuyos actos, modos y palabras los acotan a la perfección. Wallraff, fino observador, levanta acta. Es notable, en este sentido, el tratamiento que da a su último “jefe”, el mediador y cuasi traficante humano Adler.

Los lugares los presenta como si se tratara de una sucesión de diapositivas que se funden una sobre otra. Pero no sólo son planos generales. Hay un aspecto sobresaliente en sus descripciones: la inductividad.

A mi entender, el autor destaca por extraer de la secuencia de planos un detalle que resume todo. Lo que parece una nimiedad, una mera anécdota, engloba el conjunto y se convierte en su esencia pura. Como cuando menciona la disposición del mobiliario en los restaurantes McDonald´s (“…íntegramente dispuesto de forma que casi todo se halle a la altura de los niños…” pág 33), o retrata la degradación de la barriada en la que vive Alí (“…allí no vale la pena anunciar artículos de consumo, excepción hecha de la cerveza y las marcas de cigarrillos.” pág. 217).

En resumidas cuentas, y reiterando la idea una vez más, Wallraff describe mostrando, lo que es más persuasivo y eficaz.

El tiempo
El autor no hace referencias temporales explícitas. La obra, de hecho, no está escrita como un diario, que hubiera sido lo sencillo. Wallraff se encarga de indicar de vez en cuando algunas fechas que permiten deducir el tiempo durante el cual encarnó a Alí.

En el prólogo, firmado el 7 de octubre de 1985, señala que en marzo de 1983 puso un anuncio en un diario. Y en el capítulo final Adler –al que embaucan con un lucrativo a la par que oscuro negocio– enuncia “Así pues, empezaríamos a trabajar mañana, ocho de agosto de 1985”. No obstante, y aunque la fecha exacta en que deja de ser Alí no aparece, se desprende que rueron dos años, mes arriba mes abajo.

Una vez metido en el relato, apunta notas dispersas. Algunos ejemplos –a vuelapluma– son los que aparecen a continuación. En los primeros párrafos puede leerse “A lo largo de casi un año intenté mantenerme a flote…” (Es decir, desde que muta en Alí hasta que considera haber pasado la prueba).

En el capítulo Materia prima: el espíritu, la referencia temporal es insinuada al hablar de la festividad del Miércoles de Ceniza. En un cuadro en el que habla de Un empresario moderno (pág. 47), comenta: “Mientras yo estuve trabajando para la GBI en Colonia, el verano de 1984…”. Más adelante, aporta datos de un informe de la empresa Thyssen sobre el ejercicio económico 1984/85. Cuando trabaja para Remmert, habla de que uno de sus compañeros alcanzó por primera vez las 350 horas de trabajo mensuales en abril de 1985.

También, ciertos documentos, personajes políticos y otras referencias aluden, de forma tangencial, a esta época.

En general, el transcurso del tiempo, elíptico, se desprende de los distintos puestos de trabajo en los que se emplea. Wallraff no acota. Pero no parece importante la exactitud: cuánto tiempo está en cada uno, desde cuándo hasta cuándo, o cuál es el tiempo total que pasa como Alí. Podría haberse tratado de unos meses o de varios años más. Podría haber permanecido dos horas más (o dos días o dos semanas…) en este o aquel trabajo.

Sin embargo, el resultado sería idéntico. Wallraff resiste el tiempo que considera necesario para llevar al extremo y poner a prueba la elasticidad, no sólo del aguante humano, sino de la miseria moral y la ambición desmedida. Hasta que se rompe por alguno de sus extremos. O por ambos.



[Continuará...]
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23/12/09

Contexto histórico del libro 'Cabeza de Turco'

En ocasiones, si no siempre, para entender los parámetros del presente, es necesario remontarse a épocas más o menos pretéritas. En este caso, la Segunda Guerra Mundial, que significó el inicio de las tensiones entre los vencedores: el oeste capitalista y el este comunista, etapa conocida como Guerra Fría.

En Alemania –la gran derrotada– esta bipolaridad se hace material en 1949 debido a la división territorial en dos repúblicas, según sus áreas de influencia respectiva. Por un lado, la República Federal (RFA), bajo la atenta mirada occidental; mientras que, por el otro lado, la República Democrática (RDA) era tutelada desde Moscú, al igual que otros países cercanos como Polonia, Hungría o Checoslovaquia.

Asimismo, Berlín se convirtió en la metáfora de esta guerra sin combates. Más aún cuando, en el verano de 1961, se levantó el tristemente famoso muro que dividiría ambos mundos, occidental y oriental, durante casi 30 años.

Mundo bipolar

En mayo de 1949, Konrad Adenauer se convierte en el primer canciller de la RFA. Saca al país de las turbulencias de posguerra mediante alianzas occidentales y economía de libre competencia. La economía se estabiliza, de tal manera que pocos años después, en 1955, no existe paro. Sin embargo, el crecimiento económico necesita de mano de obra, por lo que Ludwig Erhard (canciller tras Adenauer) negocia la admisión de trabajadores italianos (De hecho, en Cabeza de Turco aparecen algunos términos en lengua italiana, así como en español, amén de alguna escena equívoca que muestran la presencia de estas comunidades y la imagen que de ellos tiene la población autóctona germana).

Inmigración masiva

A los extranjeros que comienzan a inmigrar a partir de estos momentos se les denomina gastarbeiter (“trabajador invitado”). Entre 1960 y 1968 se firman contratos con trabajadores de Grecia, España, Turquía, Portugal, Marruecos, Túnez y Yugoslavia. Los alemanes creyeron que sería un fenómeno limitado, que lo que estos trabajadores querían era ahorrar para poder volver a su patria y establecerse por su cuenta.

Nadie pensaba en las consecuencias y perspectivas a largo plazo. Así, en 1965 entra en vigor la Ley de Extranjeros, que hace hincapié en la provisionalidad de la estancia. Se dan los primeros brotes de xenofobia, agravados por la recesión económica de los años 1966-67. No obstante, esta recesión consigue superarse y en 1971 los trabajadores extranjeros vuelven a ser bien recibidos. Su número crece continuamente hasta llegar a un máximo de 2,6 millones en 1973. Al poco, comienzan a llevarse a sus familias a Alemania. Crece el número de inmigrantes sin empleo, que afecta a la carga financiera del estado. El Gobierno, temeroso, decreta la prohibición de contratar trabajadores extranjeros provenientes de países no pertenecientes a la CEE. Estos años corresponden a los gobiernos de Kurt Georg Kiesinger y Willi Brandt.

Schmidt y las crisis

El siguiente canciller, Helmut Schmidt, se enfrenta, entre otras cosas, a la crisis mundial del petróleo (1973-74), al terrorismo del Ejército Rojo, al debate sobre el rearme… Schmidt, maestro indiscutible de la contención de crisis, consigue integrar a todos los grupos de la sociedad alemana, aunque su implicación con la industria le costó algunas concesiones. Su éxito más espectacular fue la victoria contra el terrorismo.

Por otra parte, y aunque hizo lo que pudo en favor de la ecología, la alta sensibilidad del pueblo alemán respecto al medio ambiente se concretaría, en 1980, en la fundación del partido ecológico Los Verdes.

El porcentaje de extranjeros en la población alemana sigue creciendo (en 1974 supone más del 17% de los recién nacidos en Alemania), al tiempo que sigue bajando su cifra de empleados. A partir de 1980, los turcos contribuyen con el mayor número de ciudadanos a la población extranjera (más de dos millones, de un total de 7,3).

Kohl y la seguridad

A Schmidt lo sustituye, en 1982, el conservador Helmut Kohl. Tras unos años con dirigentes occidentales de signo progresista, acontece un giro conservador cuyos principales exponentes fueron Ronald Reagan en los Estados Unidos de América y Margaret Thatcher en Reino Unido. En la RFA, Kohl, representó un factor de seguridad política, basado en la testarudez y cierta carga de intransigencia. Durante su estancia en el gobierno se dieron cambios de gran importancia a nivel mundial.

La Guerra Fría venía debilitándose: la URSS no tenía la vitalidad de épocas pasadas y sus nuevos dirigentes, como Gorbachov, eran partidarios del aperturismo. Por otro lado, los EE UU cada vez eran una potencia más consistente y con mayor influencia en todo el mundo. Los movimientos aperturistas recorrieron toda la europa oriental, agrietándola hasta resquebrajar su espina dorsal: el Muro de Berlín.

El muro se derribó en noviembre de 1989 y dio paso a la reunificación. Kohl también consiguió terminar otro de sus sueños: la construcción de la “casa europea”, como solía llamar a la unificación creciente de los estados europeos. Después de 15 años, Gerhard Schröeder, de signo político contrario a su predecesor, sucedió a Kohl en la cancillería de la, ahora, Alemania única.

Tras la reunificación

En la actualidad, los españoles no tienen un papel importante entre los gastarbeiter de Alemania. Todos los ciudadanos de los países europeos miembros de la UE pueden elegir libremente el país donde trabajar y vivir. Aunque los problemas de xenofobia no hayan desaparecido, los ciudadanos extranjeros siguen ganando importancia: mientras que el número de alemanes baja continuamente, el de extranjeros sube. Adquieren especial relevancia, por convertirse en buena parte de los garantes para el pago de las pensiones futuras.

Asimismo, la situación económica mundial no ha mejorado mucho desde la década de 1980. Si bien existió una recuperación, hacia principios de la década siguiente una nueva crisis económica volvió a agitar el mundo. A continuación, la explosión digital, con las telecomunicaciones y la informática en cabeza, volvió a activar los mercados… al tiempo que generaba un nuevo marco socioeconómico mundial, el de la globalización. La económica neoliberal, de un marcado acento capitalista, ha copado desde entonces la política gubernamental preeminente. La Unión Europea también ha marcado un antes y un después, por lo que conlleva de pacto común entre diferentes países con distintos ritmos económicos.

En los últimos años y de forma global, se suceden etapas de crisis y etapas de crecimiento. En el aspecto laboral y de las garantías sociales, las pérdidas abundan más que los logros. La tendencia parece ser la de repetir y aplicar modelos sin eliminar, depurar o limar sus defectos, a pesar de conocerlos.

Colofón

En resumen, la época en que se sitúa el libro es, posiblemente y a pesar de su aparente quietud, la más convulsa tras el final de la Segunda Guerra Mundial. La crisis económica ha desgastado el mundo occidental, con sus modélicos estados del bienestar. Ha generado tensiones entre éstos y el siempre receloso mundo árabe, ahora con un gran poder gracias al petróleo.

El tercero en discordia, el gigante soviético, aparenta estabilidad, pero sus vigas maestras están a punto de desmoronarse. En un país como Alemania, la crisis económica y las políticas de austeridad y rebaja de derechos sociales, han alentado muchos de sus fantasmas recientes por diversos motivos. Uno de ellos está directamente relacionado con el mundo laboral: precariedad, baja formación, elevado número de personal extranjero –primordialmente turcos–…

En el libro de Günter Wallraff se respira todo esto. Lo más evidente, la denuncia de las condiciones de los trabajadores, enfocado en el especial trato hacia el trabajador de fuera, es la epidermis, la capa externa. Pero las grietas que denuncian la decrepitud de un sistema están intercaladas por todas las líneas.

Y lo peor es que esas grietas, aunque asomaron hace tiempo, aún pueden verse en la actualidad y apenas nadie actúa para repararlas. Como mucho para maquillarlas.


[Continúa...]


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20/10/09

Cabeza de Turco

Sobre el autor
Günter Wallraff nació en octubre de 1942 en Colonia, Alemania. En un principio fue vendedor de libros. Sus inicios como escritor –concretamente, de poesía lírica– se remontan a los años 1950. En 1963, cuando el ejército de la Alemania Federal lo llamó a filas, solicitó ser considerado objetor de conciencia; petición que le fue denegada (incluyendo un informe médico que lo tachaba de personalidad anormal).

Entonces, Wallraff comenzó a escribir un diario personal, el ‘Diario de las Fuerzas Armadas de la Alemania Federal’, que significó una experiencia clave y un punto de partida para su posterior trabajo. Supuso la toma de conciencia de la realidad de la República Federal Alemana, desde dentro y desde abajo. Fue alentado en esta tarea por personalidades tan importantes como el Nobel Heinrich Böll, tío de su primera mujer.

Desde 1963 hasta 1965 trabaja en diferentes empresas de gran escala de la Alemania occidental. Publica reportajes sobre ello en el periódico sindical ‘Metal”; que, posteriormente, convierte en un libro en 1966. A partir de esta fecha, colabora en diferentes publicaciones. En 1968 su trabajo comienza a ser reconocido con premios. Desarrolla programas de televisión e inicia su labor más reconocida, con métodos transgresores –no exentos de escándalo por ser poco ortodoxos y nada convencionales– en un país donde los medios no lo mostraban todo, que le llevaron a ser conocido como el periodista indeseable.

Se involucra en innumerables acciones concernientes a derechos humanos, mostrando, como escribirá Juan Goytisolo, los límites de la abyección humana. Desde ser arrestado y encarcelado en la Grecia de los generales, hasta convertirse en el otro para vivir situaciones de injusticia en carne propia. Su postura ante las malas acciones en defensa de los débiles hizo que se ganara otro apodo: el Robin Hood de los periodistas alemanes.

Todo ello le granjeó la animadversión de gran parte del mundo empresarial y de medio mundo periodístico alemán, destacando de este último el tan poderoso, a la par que controvertido, diario sensacionalista Bild Zeitung. Wallraff se hizo pasar por reportero para destapar las interioridades de este diario, el de más tirada en Europa. No resulta extraño que Wallraff haya vivido oculto, amenazado y hasta con protección oficial.

Por otra parte, este contra-periodista dedicó gran parte de los ingresos millonarios por la venta de sus libros a la creación de fundaciones para la defensa de grupos marginados. Otra buena parte se la llevaron los costes de sus innumerables procesos judiciales.

Sin embargo, esta aureola de periodista filántropo, sin tacha alguna, se vino abajo recientemente tras el descubrimiento de sus conexiones y posible colaboración con la policía política, la temida Stasi, de la desaparecida República Democrática Alemana, según El País (21 de septiembre de 2003). Este diario informaba, bajo el contundente titular ‘El honor perdido de Günter Wallraff', del debate abierto en Alemania sobre esta cuestión, cuyo fondo es la reflexión sobre las actitudes y posiciones de la izquierda alemana del Oeste ante la dictadura prusiano-estalinista del otro lado del muro de Berlín y las alambradas.

Wallraff, como muchos otros periodistas occidentales, no dudó en cruzar el muro para indagar en los apetitosos archivos con que la Stasi los tentaba. Pero la Stasi no lo hacía de forma gratuita. Detrás de estas informaciones se encontraba la intención propagandística y desinformadora del régimen comunista. Los periodistas tal vez lo ignoraran. O bien, ante la exclusiva, se desentendieran de ello.

La Stasi elaboró fichas que ahora inculpan al reportero como colaborador informal de la RDA. Consecuentemente, la prensa de Springer, grupo al que pertenece Bild Zeitung, ha aprovechado las horas bajas del periodista. Le acusan de traídor y espía al servicio de la dictadura que levantó el muro de Berlín. Otros simplemente lo califican de tonto útil para la propaganda anticapitalista y contra la RFA.

Wallraff niega que fuera colaborador de la Stasi. Pero ha reconocido que actuó de forma ingenua al contactar con informadores que eran agentes de los servicios secretos. Asimismo, admite que gran parte de la izquierda hizo la vista gorda con lo que ocurría en la RDA para no ser considerados reaccionarios.

No obstante, Wallraff, al igual que sucediera con Capote, Wolfe o H. S. Thompson, marcó su impronta en muchos periodistas. Entre ellos, aunque sin alcanzar su profundidad y entrega, se encuentran exponentes españoles. Tal fue el caso de Maruja Torres a principios de la década de 1980, cuando se hizo pasar por gitana. Su trabajó resultó banal, poco convincente y con más miras a la galería que al compromiso. Otro ejemplo, más reciente, ha sido el de Empar Moliner –aún más impostado y desvaído que el de Torres– haciéndose pasar por inmigrante.


Breve resumen
El autor se aparta de su vida cómoda para transformase durante dos años en Alí, un trabajador turco en la Alemania occidental (RFA) de principios de la década de 1980. Se empleará, no siempre con un contrato del todo legal, en varios de los peores trabajos que se le pueden ofrecer, mal pagados y donde se exige poco menos que la vida.

Metido de pleno en su papel, tratará de efectuar algunas gestiones como ciudadano (convertirse a la fe cristiana, frecuentar bares, o incluso solucionar todo lo referido a su supuesta y cercana muerte, episodio éste que, si no fuera por su trasfondo trágico, parecería propio de una obra de Dario Fo).

De esta manera, descubre no sólo la actitud de sus compatriotas hacia la ciudadanía extranjera; sino que pone en solfa la precariedad laboral, la disminución de derechos o la degradación en las relaciones interpersonales… Traza un ambiente cuyas resonancias retrotraen a épocas remotas y que parecían ya superadas a finales del siglo XX en las sociedades más avanzadas.

[Continúa...]

Escrito en enero/febrero de 2004.

8/10/09

BIOGRAFÍAS DE GRANDES ESCRITORES DE RELATOS: ALGUNOS "DESCONOCIDOS"

Los hermanos Grimm, Perrault, Poe, Chéjov, Maupassant, Hemingway, Salinger, Borges... grandes escritores de cuentos que casi todo el mundo acierta a nombrar o a reconocer. Sin embargo, en el presente trabajo recopilatorio (realizado en febrero de 2002) he preferido incluir breves reseñas biográficas de autores que, a pesar de poseer gran renombre en los ámbitos literarios son, por el contrario, prácticamente unos desconocidos para el público en general. Querría matizar un aspecto, pues tengo la certeza de que –al menos en cuanto a uno de los autores– puede ocurrir lo siguiente: que el nombre del autor, generalmente, no diga nada; mientras que algunos títulos de su obra sean conocidos, e incluso populares.

(Por otra parte, no sería de extrañar que, en el caso de los autores mencionados al principio, ocurra exactamente al revés: se conocen sus nombres, pero no se acierta a proporcionar siquiera uno de sus títulos).

No son pocos los que podrían haber sido incluidos, pero lo he reducido a seis. El criterio de elección que he seguido ha sido seleccionar aquellos de los cuales conozco algo de su obra. Considero que cada uno, con su estilo y sus características, sirven como ejemplo de distintas generaciones dentro del s. XX (excepto uno de ellos, cuya obra pertenece casi por completo al XIX, aunque su vida se encontrara a caballo entre los dos siglos), así como de diferentes países y, por tanto, ámbitos e influencias: tres norteamericanos (William Saroyan, John Cheever y Ambrose Bierce), un peruano (Julio Ramón Ribeyro), un galés (Roald Dahl) y un español (Quim Monzó).


Doy por supuesto que hay autores aún más "ocultos" y desconocidos. Pero esa es una labor que aplazo para otro momento.

QUIM MONZÓ

Quim Monzó i Gómez nació el 24 de marzo de 1952 en Barcelona. Ha desempeñado los trabajos de diseñador gráfico, corresponsal de guerra, guionista cinematográfico y radiofónico. Aunque siempre ha mostrado su preferencia por el oficio de narrador. En la actualidad, se encuentra en pleno desarrollo de su carrera, convertido en el indiscutido primer escritor de su generación, en lengua catalana. Su narrativa ha sido traducida también al inglés, francés, danés, alemán, holandés, sueco y ruso.

Lo simple complicado
Su capacidad de síntesis se acerca a la máxima pureza: sus relatos, aparentemente simples y esquemáticos –dentro de los parámetros en que se mueven los escritores adscritos al "realismo sucio" o al "minimalismo" norteamericano como Richard Ford, Sam Shepard, Tobias Wolff o, sobre todo, Raymond Carver– son una enérgica exhibición de maestría, y se complementan para formar un todo que nos muestra con implacable precisión la eterna incertidumbre humana.

Los cuentos de Monzó ofrecen más preguntas que respuestas, satiriza la sociedad y acerca al lector a la realidad cotidiana, explica historias y al mismo tiempo las analiza e interroga. La crítica internacional lo compara con Kafka, Rabelais, Borges, Bioy, Cortázar, Italo Calvino, Handke y Donald Barthelme. También se puede encontrar similitudes con otros escritores, a su vez poco conocidos, como: Dino Buzzatti, Ring Lardner o Giorgio Manganelli.

Por otro lado, en su órbita se encuentran otros escritores actuales como Jordi Puntí y Sergi Pàmies, también catalanes, o Antonio Orejudo.

Polifacético
En su carácter polifacético ha traducido obras de Truman Capote, JD Salinger, Ray Bradbury, Thomas Hardy, Harvey Fierstein, Ernest Hemingway, John Barth, Roald Dahl, Mary Shelley, Javier Tomeo, Arthur Miller, Eric Bogossian... Escribió junto con Cuca Canals los diálogos de Jamón, jamón de Bigas Luna, y El tango de Don Joan con Jérôme Savary.

A principios de los años setenta publicó, en Tele/eXprés, reportajes sobre Vietnam, Camboya, Irlanda del Norte y el Àfrica del Índico. Actualmente es colaborador habitual del diario La Vanguardia. Ha ganado el premio Nacional de literatura, el Ciudad de Barcelona de narrativa, el de novela Prudenci Bertrana, el de novela El Temps, el Lletra d'Or al mejor libro del año y, en cuatro ocasiones, el premio de la Crítica, que otorga Serra d'Or.

A veces, el autor recurre a una lúdica transformación de piezas clásicas (La bella durmiente, Guillermo Tell...). Sus cuentos con agudeza, con sencillez, ofrecen más preguntas que respuestas. Este mismo camino lo siguen sus novelas: Benzina (Gasolina, 1983), La magnitud de la tragèdia (1989). Algunas recopilaciones de sus artículos periodísticos —como El dia del senyor (El día del señor, 1984) u Hotel Intercontinental (1991).

Sus libros de relatos: Uf, va dir ell (Uf, dijo él, 1978), …Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury (1980), L´illa de Maians (La isla de Maians, 1985), El perquè de tot plegat (El porqué de las cosas, 1993), Guadalajara (1996), o Melocotón de manzana crean un dinámico transcurrir de situaciones que recrean temas de la literatura de siempre: la soledad irreductible del ser humano, la problemática organización de la sociedad, la discreta pero continua presencia de la muerte. El mejor de los mundos es su último libro. Contiene trece cuentos y una novela teñidos de una incitante comicidad negra.


[Artículo redactado en febrero de 2002. Pendiente de revisión. Forma parte del global BIOGRAFÍAS DE GRANDES ESCRITORES DE RELATOS: ALGUNOS "DESCONOCIDOS"].

7/10/09

WILLIAM SAROYAN

William Stonehill Saroyan nació el 31 de agosto de 1908 en Fresno, California. Era el cuarto hijo de unos inmigrantes armenios, Armenak Saroyan, predicador y poeta, y Takoohi Saroyan, procedentes de Bitlis. Su padre murió cuando él tenía 3 años, por lo que fue enviado a un orfanato durante 4 años. Dejó la escuela a la edad de 15 años y decidió convertirse en escritor. La decisión estaba basada en parte en los propios intentos de su padre por ser escritor. Su experiencia con la muerte a una edad tan temprana, el tiempo que pasó en el orfanato y, en años posteriores, su escolarización formal, crearon el "dolor feliz" o "pena alegre" que caracteriza los trabajos de Saroyan.

Curtido en oficios y batallas
Ejerció diversos oficios, en el transcurso de una vida que puede simbolizar el gran sueño americano: de emigrante pobre a famoso escritor. Saroyan se unió al ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Su ausencia de Broadway durante la guerra sería fatal para su carrera como dramaturgo. En febrero de 1943, William Saroyan, de 35 años, se casó con Carol Marcus, una joven mundana de 18, en Dayton, Ohio. Tuvieron dos hijos: Aram, nacido en 1944 y Lucy, en 1946. Su primer matrimonio terminó después de seis años. Dos años después, en 1951, Saroyan volvió a casarse con la misma mujer con la que acabó divorciándose por segunda y última vez.

Murió el 18 de mayo de 1981 de cáncer de próstata a la edad de 72 años, apenas a una milla del lugar donde nació. "Todo el mundo ha de morir", decía, "pero siempre creí que se haría una excepción en mi caso. ¿Y ahora qué?". Un año después de su muerte, la mitad de sus cenizas fueron encerradas permanentemente en el Panteón de Ilustres en Yereven, Armenia, mientras la otra mitad permanecía en Fresno, California.


Homenaje póstumo por partida doble
El 22 de mayo de 1991, al cumplirse diez años de su muerte, Saroyan fue el primer y único individuo en ser honrado conjuntamente por los servicios postales de los Estados Unidos y de la URSS al publicar un sello en común con su efigie en sus series conmemorativas. Las ceremonias del primer día de emisión tuvieron lugar simultáneamente en Fresno (California) y en Yerevan (Armenia). Saroyan es único entre los escritores. Reconoce la cultura armenia como una fuente importante de inspiración literaria. Habló por los armenios al mundo. Les dio reconocimiento internacional en una época en que permanecían dispersos y continuamente se encontraban con prejuicios y odiados por completo. Consiguió mayor comprensión pública por la cultura y la calidad de los armenios que cualquier otra persona en la historia de los armenios en América. Según los modelos internacionales, es muy probablemente la figura literaria más famosa surgida de su antiguo pueblo. También su lugar de nacimiento y sus experiencias en el valle de San Joaquín demostraron ser útiles para su escritura.

Todo esto se ve reflejado, prinicipalmente, en sus primeras obras, que tratan de su amada familia armenia, así como de su capacidad de alegría frente a la adversidad, como recuerda en su libro libro Mi nombre es Aram (libro del mes en 1940). En 1943, otro libro del mes, La comedia humana, escrito en 1942, lo consagró como un novelista sensible, lleno de ternura. Estaba dedicado a su madre y se convirtió en una película de la MGM, que le hizo ganar un premio de la Academia por el mejor guión original.

Acerca de su obra
Saroyan consiguió gran popularidad durante el tramo de años comprendido entre 1930 y 1950. Durante su vida publicó unos sesenta libros. Sus obras han sido traducidas a más de dos docenas de idiomas y ha vendido millones de copias. Sus temas principales son la aspiración, la esperanza y la honestidad; el materialismo y el éxito no significan nada. Su extensa obra abarca relatos cortos, novelas y piezas dramáticas.

Hacia 1920, Saroyan era capaz de vivir de su escritura. El talento de Saroyan fue primeramente proyectado al mundo por medio del periódico armenio-inglés Hairenik, de Boston. Aunque el reconocimiento principal sólo le llegó después de la historia corta The daring young man on the flying trapeze, publicado en 1934, a la edad de 26 años. Se convierte de la noche a la mañana en una sensación literaria. De esta manera, su fama y sus logros más perdurables comienzan en la década de 1930.

Sus obras de teatro eran líricas y construidas de forma flexibe. Su primera obra teatral con éxito para Broadway fue My heart´s in the Highlands (Mi corazón está en las tierras altas), en 1939. Obtuvo grandes elogios en su estreno. Y en el mismo año, Saroyan fue el primer escritor americano que ganó a la vez el premio del Círculo de Críticos de Teatro y el Premio Pulitzer, en 1940, por su obra The time of your life (El momento de tu vida o Los mejores años de nuestra vida, según la traducción) de 1939. Sin embargo, rehusó aceptar el Premio Pulitzer de forma característica en él, al considerar, entre otras cosas, que su obra era tan meritoria como las de los demás. Algunas de sus palabras al respecto fueron:

"El comercio no debería patrocinar las artes" o "No es mejor que cualquier otra que haya escrito".

En 1941 publicó La hermosa gente. Es en el género cuento donde Saroyan sobresale como uno de los escritores más importantes de la literatura americana del siglo XX. Su mirada, plena de ternura, se dirige a los perdedores, a los seres atrapados en la gran máquina del éxito norteamericano y observa con delicadeza los pequeños detalles de la vida cotidiana.

Aunque el interés del público por su trabajo declinó tras la guerra, como ya se anticipó más arriba, debido a los cambios de opinión y de gustos, Saroyan continuó siendo una figura popular y continuó escribiendo. Cave dwellers fue la excepción a su éxodo de Nueva York. La obra se estrenó en 1957. Asismiso, comenzó a escribir en el estilo de las memorias Bicycle rider of Beverly Hills (1952), Short drive, sweet chariot (1966). Por otra parte, su último libro más importante, Obituaries (1979), recibió una nominación al National Book Award.

El número de manuscritos inéditos que dejó Saroyan superan la masiva bibliografía de sus trabajos publicados. Desde su muerte se han publicado alrededor de 15 libros acerca de su vida y su obra.

Ejerció gran influencia sobre los escritores norteamericanos jóvenes y al morir era considerado como uno de los prosistas más finos y elegantes en su lengua. Deslumbró, entretuvo y edificó a millones de personas con centenares de historias cortas, obras teatrales, novelas, memorias y ensayos, que continúan encantándonos y llegándonos hoy día.


[Artículo redactado en febrero de 2002. Pendiente de revisión. Forma parte del global BIOGRAFÍAS DE GRANDES ESCRITORES DE RELATOS: ALGUNOS "DESCONOCIDOS"].

JULIO RAMÓN RIBEYRO

Nació en Lima, Perú, en 1929 y murió en la misma ciudad en 1994. Es, sin duda, el mayor escritor de cuentos peruano. Reconcentrado, algo tímido, entregado pertinazmente a la creación de una obra que lo ha convertido ya en un clásico, nos ha dejado una visión lúcida y desencantada, que nos hemos acostumbrado a llamar pesimista y donde no hay lugar para estridencias ni elementos trágicos. Coherencia extrema de quien dijo "nunca he podido comprender el mundo y me iré de él llevándome una imagen confusa".
Por sus cuentos deambulan humildes personajes desdichados, fracasados, en cuyos finales hay un deseo de incorporar cierta trascendencia o universalidad a lo relatado. Coherencia extrema, lucidez sin concesiones, levantadas paradójicamente a partir de inestables e inciertos materiales.

Nace en un hogar de clase media limeña, en el seno de una familia que había dado al país ilustres letrados y hombres de leyes, pero que se encuentra por entonces en fase de decadencia. Sus antepasados (hermosamente recreados en 'Ancestros', de su Antología personal) son importantes, pues algo explican acerca de ciertos motivos repetidos en su obra. A ello debe añadirse la muerte de su padre, cuando el autor tenía quince años y en quien ha querido ver, alguna vez, el origen de su vocación por la escritura.

Otro abogado menos
A los dieciséis años ingresa en la Universidad Católica para cursar los consabidos estudios de Leyes, pero pronto se sentirá atraído por discusiones iniciadas en el patio de Letras. Son los años que corresponden a su formación como escritor: los primeros cuentos, las lecturas apasionadas de Kafka, Joyce, Faulkner.

Sin embargo, estas contradicciones no son impedimento para que pronto se vea involucrado en un círculo de escritores, que suelen publicar sus obras y obsequiarlas generalmente a sus amigos y familiares, además de presentarlas en bohemios lugares de la ciudad. Fue allí donde Ribeyro comenzó en realidad su carrera literaria, frecuentando estos lugares donde sus cuentos y relatos eran escuchados con suma atención por los concurrentes que, en su mayoría, eran poetas, novelistas, cuentistas, etc.

El especial carácter de Julio Ramón Ribeyro tal como los personajes de sus escritos, lo aleja del protagonismo; acostumbrado a una existencia algo marginal que en cierto modo privilegia. Es por eso que toma la decisión de separarse de los círculos literarios limeños y sacudirse de lo que más detesta: La popularidad, la fama.


Residencia en Europa
En 1952, becado para seguir cursos de periodismo, viaja a España, donde permanecerá ocho meses. Después de ganar un concurso de cuentos convocado por el Instituto Español de Cultura Hispánica, se trasladó a París combinando sus ocupaciones de portero de hotel con un curso en la Sorbona. Comenzaba así un largo deambular por distintas ciudades europeas: París (donde residirá más de treinta años), Amsterdam, Amberes, Londres, Múnich. Mientras, se ha publicado en Lima Los gallinazos sin plumas (1955), libro con el que cosechará un éxito rotundo. Escritas en su mayoría en París, las narraciones tienen como escenario único la ciudad de Lima, y como protagonistas, a los seres más desheredados de esa sociedad.

Regresa a Perú en 1958, a la provincia de Ayacucho, para trabajar durante dos años como profesor en la Universidad de Huamanga. Ese mismo año publica su segundo libro, Cuentos de circunstancias, donde, junto al realismo crítico que había caracterizado su producción anterior, llama la atención la atmósfera evocativa y poética de algunos relatos.

En 1960 lo encontramos ya en París, trabajando para la Agencia France-Press. En esta fecha ve la luz su primera novela gestada cuatro años atrás en Múnich. La aparición de Crónica de San Gabriel fue saludada por los críticos con un signo de extrañeza: Julio Ramon Ribeyro, que había preconizado –y predicado con el ejemplo– sobre la necesidad de una literatura urbana, se adentraba en el ambiente rural. Aunque una lectura más atenta demuestra que Lima aparece siempre en la obra como polo de referencia omnipresente.

Años 60, comienza a publicar regularmente
En 1964 se publican dos nuevas colecciones de cuentos: Tres historias sublevantes y Las botellas y los hombres. Vemos desarrollarse las historias en el mismo escenario de los primeros relatos, en esa Lima chata y mísera, por la que deambulan idénticos personajes grises, desesperanzados, asumiendo pasivamente su existencia. Su alejamiento del Perú no implicaba el olvido de la referencialidad primera de los relatos; antes bien parecía contribuir a esa visión crítica, de francotirador, a la que solía referirse a menudo. Aunque él negó siempre a considerarse un exiliado, ni forzoso ni voluntario, ciertamente su nombre vino a enriquecer la larga lista de escritores que había hecho de París "la capital de la literatura peruana".

Los geniecillos dominicales, novela con la que resulta ganador del premio Expreso-Populibros en 1963, aparecerá en Lima dos años más tarde. Su interés por la novela es antiguo –data al menos de 1953, cuando clamaba por un Dickens limeño que catara una ciudad todavía sin novela– y porfiado, a juzgar por las numerosas novelas inconclusas a las que se refiere en su Diario. Su última incursión en el género lo constituye una obra un tanto excéntrica dentro de su producción, por la técnica compositiva. Concluida en 1966, Cambio de guardia, de carácter violentamente anticlerical y antimilitarista, no habría de publicarse hasta diez años más tarde.

Diplomático por necesidad
Este "profesional" de las letras que nunca pudo vivir de ellas, desempeña en la década de 1970, el cargo de Consejero Cultural del Perú ante la Unesco. Su carrera diplomática, que debió desempeñar más por necesidad que por gusto, le provoca a menudo perplejidad:

Pues la verdad es que yo sé poquísimo de esta organización a cuyo círculo más hermético he penetrado. Estoy allí no sé por qué ni cómo, ni gracias a qué méritos. (...) todo en realidad es una farsa. Aquí más que en otra parte. Y por lo mismo no saco de esto partido ni gloria. Me aburro. Añoro estar en otro lugar. Un cuartito de hotel. Un pueblo perdido del Perú donde sea maestro. Una playa (Diario, II, pág. 169).

Por entonces se reúne en La palabra del mudo (1973-1977), en tres volúmenes, toda su producción cuentística. Al igual que Silvio, el protagonista de unos de sus cuentos ('Silvio en el Rosedal', 1976), el autor podía hacer también recuento de su vida: gozaba de cierto prestigio literario, desempeñaba un trabajo que le reportaba a la vez seguridad material y tranquilidad espiritual para dedicarse a la creación de su obra. Está casado y ha conocido la experiencia de la paternidad.

Retorno limeño
En 1991, acaso saturado de cosmopolitismo, como los protagonistas de "La casa de la playa", Ribeyro abandona la que se había convertido en su segunda ciudad durante más de treinta años y vuelve a Lima para pasar allí grandes temporadas. En Barranco, frente al mar, apura sus últimos veranos como había imaginado: "mirando el poniente, pensando... tal vez con uno o dos amigos, buenos discos, un buen vino, mi pequeña familia, un gato y la esperanza de sufrir poco".

Puede hablarse ya con rigor de personajes, de situaciones ribeyrianos. Coincidiendo con el homenaje que la Casa de América le concediera en 1994, se dieron a conocer en junio sus Cuentos Completos –ya sí, "completos", en ironía premonitoria de la letra–. A este tenaz ejercicio de cuentista deben añadirse su producción dramática, su labor de fino crítico literario, una colección de aforismos firmados por un cínico y desengañado Luder (Ribeyro y sus dobles), hija directa de las Prosas apátridas. Una proyectada autobiografía, un diario del que se han publicado tres volúmenes (La tentación del fracaso, 1992), una colección de Cartas a José Antonio, donde las confesiones a su hermano se mezclan con temas de crítica y creación literarias. Puede decirse que la mayor parte de su producción es europea.

La enfermedad
En 1974 se le había detectado cáncer, enfermedad ocasionada claramente por su adicción al tabaco. Sobreviviente de recaídas y cirugías mayores, los dos últimos años son sin embargo los más felices de su vida. El 4 de diciembre de 1994 moría en Lima, sin poder recibir el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo, que lo consagraba como uno de los mejores autores de narrativa breve en lengua española. El presidente de México por esa época, Carlos Salinas de Gortari, en vano lo esperó para el develamiento de la efigie con el busto del reciente ganador del premio. Su salud se hallaba demasiado quebrantada como para realizar el largo viaje a tierras aztecas. En su lugar, estuvieron presentes en el acto su esposa Alida Cordero y su hijo Julio.


[Artículo redactado en febrero de 2002. Pendiente de revisión. Forma parte del global BIOGRAFÍAS DE GRANDES ESCRITORES DE RELATOS: ALGUNOS "DESCONOCIDOS"].

6/10/09

ROALD DAHL

Hijo de noruegos, nace en Llandaff, País de Gales en 1916. Novelas y cuentos para adultos, guiones cinematográficos y, sobre todo, sus obras para niños le convertirá en uno de los autores más leídos de este siglo.

Su padre, Harald Dahl procedía de una pequeña ciudad vecina a Oslo llamada Sparsborg y fueron sus ansias de hacer fortuna quién lo llevó a emigrar a Francia. Allí conocería a su primera mujer Marie con la que tuvo dos hijos. Pero las expectativas del negocio no eran buenas por lo que optó por trasladar sus actividades mercantiles a Cardiff al sur del País de Gales. Marie, con la que tuvo dos hijos, falleció durante el parto del segundo hijo. En un viaje a Noruega conoció a la que sería su segunda mujer y madre de Roald, Sofie Magdalene Hesselberg con la que tendría 4 hijos más. Roald fue el tercero de un grupo de 5 donde el resto eran todas mujeres, descontando en este cómputo a sus dos hermanastros mayores fruto del primer matrimonio de su padre.

Su padre influyó mucho en la sensibilidad artística de sus hijos toda vez que tenía un profundo interés por lo bello, lo que demostraba llenando la casa con hermosos cuadros y mobiliario selecto.
Cuando Roald contaba con 3 años, su hermana mayor Astri murió de apendicitis. Esta tragedia sumió a su padre en una profunda depresión agravada con una pulmonía que lo llevaría a la tumba unos meses después. En consecuencia Sofie que estaba embarazada, se ve con la muerte de una hija y su marido en un lapso de tiempo brevísimo y a cargo de 3 hijos propios y dos del anterior matrimonio de Harald. Esta situación fue un punto de inflexión en la vida de la familia que, relativamente acuciada con problemas económicos, tiene que trasladarse a una casa más pequeña en Llandaff donde nace su hermana pequeña.

Hasta los 6 años, transcurre la vida de Roald en Llandaff con viajes a Noruega durante el verano donde están los orígenes de sus padres y por tanto su familia. Además los niños hablan perfectamente noruego y esas vacaciones veraniegas constituyen para Roald toda una experiencia festiva. Es en esta edad cuando ingresa por primera vez en la escuela, concretamente en un parvulario. Un año más tarde ingresa en un colegio preparatorio para varones en Llandaff.

Una buena base lo es todo
La educación de Roald viene determinanda en origen por la voluntad de su padre que deseaba que sus hijos fuesen educados en Inglaterra ya que sostenía que las instituciones educativas inglesas eran las mejores del mundo.

No fue feliz en las distintas escuelas a las que asistió. Su experiencia pedagógica fue muy rígida. Destacaba en deportes, pero era considerado por su profesor de inglés “incapaz de ordenar sus pensamientos sobre papel”. Había una ventaja en ir a Repton (una de las escuelas a las que asistió): estaba junto a Cadbury’s, y la empresa involucraba regularmente a los escolares en la prueba de nuevas variedades de tabletas de chocolate.

Sus malos tiempos en la escuela iban a influir enormemente en su escritura. La infancia de Roald y sus días de colegio son el tema de su autobiografía Boy.

A los 18 años, Roald, en vez de ir a la universidad, se apuntó a la expedición de la Public School Exploring Society (Sociedad exploradora de las Escuelas Públicas) a Newfoundland. Después empezó a trabajar como vendedor para la Shell Oil Company, en Dar es Sallam. Tenía 23 años cuando estalló la guerra, y se alistó en la RAF (Royal Air Force) en Nairobi. Pasó la primera parte de la guerra pilotando cazas contra los italianos en el desierto occidental de Libia. Las hazañas de Dahl en la guerra están detalladas en su autobiografía Going Solo.

Escritor por accidente
Un accidente aéreo lo retira del servicio y es enviado a casa como inválido, pero transferido, en 1942, a Washington como Agregado Militar Aéreo. Allí comenzó en serio su carrera como escritor. Roald se quedó en los Estados Unidos, alcanzando renombre por sus historias cortas para revistas y periódicos.

La primera novela para niños de Roald Dahl no fue, como muchos creen, James and the Giant Peach ("James y el melocotón gigante") sino The Gremlins, que fue publicada en 1943, y adaptada de un guión escrito para Disney. Dahl continuó escribiendo guiones de películas, entre ellas la aventura de James Bond You Only Live Twice (Sólo se vive dos veces) y Chitty Chitty Bang Bang. No le gustaron muchas de las adaptaciones cinematográficas de su propia obra que aparecieron a lo largo de su vida.

Dahl y su familia regresaron a Inglaterra en 1960 y se establecieron en Gipsy House (la casa gitana) en Great Missenden, Buckinghamshire. Fue allí, en una pequeña cabaña al fondo del jardín, donde escribiría la mayoría de sus inolvidables libros.

No todo fue una placentera vida
La carrera de Roald pasó a un segundo plano cuando la familia sufrió varias tragedias. Su hija mayor, Olivia, falleció después de una enfermedad, y Theo, su hijo de tres años, sufrió daños cerebrales tras un accidente de carretera.

Patricia Neal, la primera mujer de Roald sufrió tres ataques masivos, pero con la ayuda y el ánimo de Roald se recuperó lo suficiente como para reanudar su carrera de actriz.
Tanto James and the Giant Peach ("James y el melocotón gigante") como Charlie and the Chocolate Factory ("Charlie y la fábrica de chocolate") fueron publicadas en los Estados Unidos varios años antes de que lo hicieran en el Reino Unido, en 1967. El libro alcanzó gran éxito en todo el mundo. La edición china fue la mayor impresión bibliográfica nunca vista: dos millones de ejemplares.

A continuación vino un rosario ininterrumpido de “bestsellers”, como The BFG ("El gran gigante bonachón") , Danny the Champion of the World ("Danny, el campeón del mundo"), The Twits ("Los cretinos"), The witches ("Las brujas"), Boy y Going Solo ("Volando solo"). Las ventas de Matilda, el penúltimo libro de Roald, rompieron todos los récords anteriores de una obra de ficción para niños. Roald Dahl murió el 23 de noviembre de 1990 a los 74 años. Estaba trabajando en The Vicar of Nibbleswicke (El párroco de Nibbleswicke).
Desde la muerte de Roald Dahl, sus libros han mantenido su popularidad. Y algunas de las películas basadas en ellos han gozado también de gran éxito (James y el melocotón gigante, Matilda o Charlie y la fábrica de chocolate).

La “Roald Dahl Children’s Gallery (Galería de niños de Roald Dahl), parte del Bucks County Museum de Aylesbury, es una importante atracción para todos los fans de Dahl.
A lo largo de su vida Roald Dahl donó dinero para los necesitados. Después de su muerte, su viuda Liccy Dahl, estableció The Roald Dahl Foundation para continuar con esta tradición.

Salir del encasillamiento
Pese a que su labor como escritor ha sido mundialmente reconocida en el campo de la literatura infantil, Dahl también escribió libros y cuentos para adultos aderezados todos ellos con un intenso humor negro unos (no en vano, era uno de los más ilustres discípulos de H.H. Munro, más conocido como Saki –otro cuentista "desconocido"–, definido por Graham Green como el mayor humorista inglés del s. XX) y con una paradójica carga erótica otros, sabiendo mezclar hábilmente ambos ingredientes en una tercera categoría. Muchos de sus cuentos para adultos fueron llevados a la pequeña pantalla. Sin duda la más famosa antología de Roald Dahl es "Tales of the unexpected" ("Relatos de lo inesperado") donde el título es lo suficientemente elocuente para deducir que se trata de una colección de cuentos donde el desenlace se convierte en el punto álgido de los mismos.

Fue sin duda uno de los maestros del cuento corto de la literatura anglosajona contemporánea. Dahl supo conjugar una portentosa imaginación con un agudo sentido del humor y una gran ternura, y logra emocionar al lector con las historias aparentemente más simples. Relatos como "La venganza es mía, S.A." (que dio título a uno de sus libros de relatos) –que presenta una atípica empresa de venganzas– o "El campeón del mundo" –sobre un revolucionario método para cazar faisanes– permanecen por siempre en el recuerdo.

Otros libros y antologías para adultos son: Mi tío Oswald, El gran cambiazo e Historias extraordinarias.

[Nota: esta última es la faceta que quería destacar en Roald Dahl. Posiblemente casi todo el mundo conozca alguna de sus obras infantiles, ya sea a través de los libros o del cine y la televisión, aunque generalmente no sepan asociarlas a su nombre. Y, por otra parte, creo que es su obra dirigida a los adultos la gran "desconocida".]


[Artículo redactado en febrero de 2002. Pendiente de revisión. Forma parte del global BIOGRAFÍAS DE GRANDES ESCRITORES DE RELATOS: ALGUNOS "DESCONOCIDOS"].

5/10/09

AMBROSE BIERCE

Según las crónicas, el 24 de junio de 1842 nace en Meigs County, una zona rural de Ohio (Estados Unidos), Ambrose Gwinet Bierce.
Su familia estaba muy cerca de la pobreza más absoluta, lo que se amplificaba con la cantidad de bocas que alimentar. Ambrose tenía otros doce hermanos, curiosamente todos ellos tenían nombres que comenzaban con la letra "A": Abigail, Amelia, Ann Maria, Addison, Aurelius, Augustus, Almeda, Andrew, Albert, Arthur, Aurelia y Adelia. Los responsables de traer estos niños al mundo, Marcus Aurelius Bierce y Laura Sherwood, eran una pareja curiosa. Por un lado, Marcus no disfrutaba con las tareas del campo y prefería pasar su tiempo en su pequeña pero bien nutrida biblioteca. Mientras tanto Laura se encargaba de conducir el hogar con mucho celo y dureza.

La infancia de Ambrose estuvo lejos de ser feliz e incluso hay quien afirma que su serie de relatos parricidas son una simple sublimación literaria de sus primeros años.

Cuando sólo tenía nueve años Ambrose comenzó a trabajar en una imprenta donde se editaba un pequeño diario. Este contacto tan temprano con la industria de la tinta definió su futura profesión. Sin embargo sus tareas en esta imprenta debieron detenerse abruptamente cuando Ambrose tenia 17 años ya que se vio envuelto en un complicado escándalo amoroso con una señora que superaba los 70 años.

En 1861 sucede algo que le cambiaría la vida: estalla la Guerra de Secesión o Guerra Civil estadounidense (1861-1865). Bierce se enrola en el ejercito del norte (federalistas). Dirige una expedición militar al oeste. Combate en diferentes batallas y en la de Kenesay Mountain resulta gravemente herido. Los horrores de la guerra fueron una gran, y dolorosa, inspiración para su obra.

Cuando termina el conflicto, luego de contraer matrimonio y lucirse en los más diversos empleos, Bierce comienza a trabajar como periodista en San Francisco, donde rápidamente consigue una gran reputación de cronista ácido y sarcástico. Llegó a ser conocido como "Bitter" Bierce (el amargo Bierce).
Escribía breves e ingeniosos artículos políticos y una columna para el periódico News-Letter. Alrededor de 1868 se convirtió en su editor. En 1872 comenzó a vivir en Londres. Utilizando el seudónimo de Dod Grile, escribió corrosivos artículos y relatos para las revistas Fun y Figaro, que posteriormente se publicaron en la recopilación titulada Telarañas de una calavera vacía (1874).
En 1877 volvió a San Francisco, donde prosiguió con su colaboración con el Argonaut, fue editor del Wasp y escribió una columna para el Sunday Examiner, propiedad de William Randolph Hearst.
Sin embargo sus éxitos profesionales se desarrollaban paralelamente con sus fracasos personales.
Hacía 1887 escribe artículos tanto para el New York Journal como para el San Francisco Examiner, los periódicos más populares de cada una de las costas de los EE.UU.
En 1889, y luego de dieciocho años de convivencia, Ambrose Bierce se separa violentamente de su esposa, Ellen Day. Ese mismo año moría en un duelo el hijo mayor de la pareja.
Entre 1899 y 1913 trabajó para Hearst en Washington, D.C., y se dedicó a revisar sus propias obras.
En 1890 logra publicar Tales of soldiers and civilians una antología de relatos que significó su consagración definitiva en el ámbito literario. Dos años después saldría Can such things be? el cual cosecha buenas críticas pero muy poco rédito económico. Un camino similar siguió Fantastic fables (1899).
A partir de 1909 se dedicó arduamente a recopilar y corregir sus escritos.
En 1912 se publica Collected Works, sus supuestas obras completas las cuales ocupaban 12 tomos y cerca de un millón de palabras. Incluyen el Diccionario del diablo, titulado originalmente Diccionario del cínico (1906). Se habla de supuestas porque algunos especialistas afirman que estas sólo reúnen un cuarto de la producción total de Bierce.

Las Obras
Bierce tiene una obra realmente muy grande, consistente en artículos periodísticos, ensayos, poesías y obras de ficción.

Ambrose Bierce escribió solo noventa y tres cuentos cortos, de los cuales poco más de la mitad se pueden considerar fantásticos. El resto son crudos relatos de guerra (en algunos casos autobiográficos) y algunos otros géneros. Merecen especial atención algunos de sus brillantes relatos satíricos, sobre todo los de la serie "El club de los parricidas" que muestran una increíble dosis de humor negro mezclada con una fuerte crítica a la sociedad de su época.
La mencionada cincuentena de relatos fantásticos alcanzaron para que sea considerado como uno de los principales creadores de la literatura fantástica estadounidense, privilegio que comparte con Poe y Lovecraft. Curiosamente ninguno de estos autores fue demasiado prolífico.
Este reconocimiento lo logró con algunos relatos que se pueden considerar como obras maestras del género: 'El Puente sobre el Río Búho' (An Occurrence at Owl Creek Bridge) el cual propone una brillante dislocación narrativa. Este relato fue adaptado a la TV en la series Alfred Hitchcock Presenta y La Dimensión Desconocida, siendo la única historia que se repite en ambas series.

'La Muerte de Halpin Frayser' (The Death of Halpin Frayser) nos lleva a un increíble mundo onírico y 'La Maldita Criatura' (The Damned Thing) nos enfrenta a un ser invisible netamente lovecraftiano. Incluso la forma del relato, el diario interrumpido de una víctima, nos remite directamente a HPL.
El autor de La Llamada de Cthulhu tenía gran consideración por Ambrose Bierce: "La obra de Bierce es, en general, despareja. Muchos de los cuentos son obviamente mecánicos, y dañados por un estilo vulgar y artificioso derivado de modelos periodísticos; pero la amarga malevolencia que merodea a través de todos ellos es inconfundible, y algunos resaltan como permanentes cumbre de la narrativa de terror norteamericana".

Otros relatos fundamentales de este autor son 'La ventana tapiada', donde retoma el tema de la catalepsia que tanto obsesionara a Poe; 'El dedo medio de pie derecho' donde se lleva a cabo una terrible venganza sobrenatural; 'El hombre y la víbora', donde un caballero es fascinado por un extraño animal.
Al momento de mencionar sus obras no podemos dejar de mencionar El Diccionario del Diablo, una brillante selección de aforismos que fue creando Bierce desde 1861. Hacía 1906 la recopilación de esas sentencias fue publicada con el nombre "El diccionario del cínico", posteriormente fue reeditada, en una versión ampliada, con el nombre con el cual se la conoce hoy día.

Las obras de Ambrose Bierce actualmente son de dominio público, es decir que se pueden reproducir libremente.

La muerte de Bierce
La muerte Ambrose Bierce sigue rodeada de tanto misterio como sus mejores relatos. Hasta tal punto que tan sólo se puede hablar de supuesta muerte.

Hacia 1913 Bierce, con mas de 70 años y varias dolencias físicas, se sentía próximo a su fin. Decidió entonces hacer un viaje. Signado por la melancolía resolvió recorrer la zona donde había combatido en su juventud. Posteriormente se dirigió a México donde simplemente desapareció. Se dice que su objetivo era reunirse con Pancho Villa para participar en la Revolución Mexicana. (Este episodio está retratado en la novela Gringo Viejo, de Carlos Fuentes, así como en la película homónima).
Hay quienes señalan a Ojinaga como posible lugar de la muerte de este escritor. Otros prefieren mantener la intriga, suponiendo que en esta desaparición se encuentra la última gran ironía del genial Ambrose Bierce.

[Artículo redactado en febrero de 2002. Pendiente de revisión. Forma parte del global BIOGRAFÍAS DE GRANDES ESCRITORES DE RELATOS: ALGUNOS "DESCONOCIDOS"].

4/10/09

JOHN CHEEVER


Nació el 27 de mayo de 1912 en Quincy, Massachusetts (Estados Unidos), en una vieja casa victoriana en la Winthrop Avenue. Su padre, Frederick Cheever, era un distinguido empresario zapatero, que tras el "crash" del 29, quedó arruinado y abandonó a su familia. Su madre, Mary Liley, era una inglesa culta que tras la huída de su esposo, abrió un negocio de obsequios, “una profusión antinatural de antiguedades” según la óptica de su hijo John, que siempre detestó la estética retro de la aristocracia en decadencia.

Tuvo un solo hermano, Frederick, siete años mayor, con quien establecería una relación profunda y conflictiva, que ha sido un tópico recurrente en la literatura de Cheever: las dos novelas del ciclo Wapshot, la relación casi siamesa de Martillo y Clavo en Suburbio, y el fratricidio de Farragut en Falconer, bastarían como ejemplos. Pero los paradigmas del tópico se encuentra en los cuentos ‘The Brothers’ (1937) y el legendario ‘Goodbye, My Brother’ (1951). El amor fraterno –Caín y Abel– como relación peligrosa es uno de los grandes temas de John Cheever. La relación con Fred ha dado lugar a todo tipo de suspicacias biográficas: según el biógrafo Scott Donaldson y su propio hijo Benjamin, es probable que Fred haya sido el primer amante homosexual del escritor, durante un viaje que los hermanos realizaron a Alemania en 1931.

A la edad de diecisiete años John fue expulsado –por fumar, por mala conducta, por mal rendimiento: las versiones que fue dando Cheever fueron cambiando con el tiempo e incluso se contradicen– de la Thayer Academy en Milton, Massachusetts. La expulsión, fudamentada como iniciática por el propio Cheever, lo llevó a abandonar los estudios y a escribir y publicar su primer cuento, ‘Expelled’. Fue editado en The New Republic el primero de octubre de 1930. La historia fue enviada bajo el seudónimo de “Jon” y fue inmediatamente aceptada por el editor Malcolm Cowley, quien desde ese momento sería uno de los mejores consejeros editoriales y amigos íntimos de Cheever.

En 1930 se mudó a una especie de habitación de pensión en Nueva York y comenzó a rondar oficinas y editoriales presentando su trabajo. El fotófrafo Walker Evans, otra de sus grandes amistades, tomó una legendaria foto de la habitación, que ahora se encuentra en el Museo de Arte Moderno. Cheever publicó algunos de sus primeros cuentos en Houl and Horn, Collier’s, Story Magazine, Harper’s Bazaar, y The Yale Review, hasta que, alentado por sus amigos e. e. cummings y John Dos Passos, comenzó a moverse en uno de los mas importantes círculos literarios de la ciudad: Edmund Wilson, Hart Crane, Katharine White, Kenneth Burke.

Un poco más tarde, Cowley, su primer editor, lo introdujo en el círculo de Mrs. Elizabeth Ames, directora de Yaddo, una colonia de escritores en Saratoga Springs. Yaddo era una mansión gótica en donde convivía una fauna artística inclasificable. Entre los más correctos o canónicos destacan Katherine Anne Porter, la novelista Josephine Herbst o James T. Farrell. Durante toda su vida Cheever donó fondos a la Yaddo Corporation, y para la época en que murió era su director y vicepresidente.

Fue una vez más Cowley quien le ofreció a Katharine White, en ese entonces editora de ficción del The New Yorker, cuatro cuentos de Cheever. Y en 1934, cuando Cheever tenía 22 años, su primer cuento apareció en las páginas de la publicación. A lo largo de su vida, publicaría 119 cuentos allí.

Posteriormente se editaron en varios volúmenes: Cómo viven algunas personas (1943), La monstruosa radio (1954), El ladrón de Shady Hill (1958), El brigadier (1964) y El mundo de las manzanas (1973) y The brigadier en the golf widow (traducida al español con el título de El nadador), que incluye la narración 'La bella lingua'. La edición completa titulada Relatos de John Cheever (1978), le hizo ganador del Premio Pulitzer de Literatura en 1979.

Como novelista, destaca por Crónica de los Wapshot (1957), con la que ganó el National Book Award en 1958, y su secuela, El escándalo de los Wapshot (1964), que recibió el American Academy of Arts and Letters Howells Medal en 1965. Ambas novelas narran la historia de una familia excéntrica de Massachussets, y amplían la temática abordada por Cheever en sus relatos. Sus novelas posteriores ofrecen una visión de la vida familiar mucho más sombría. Bullet Park (1969) narra la historia de una familia amenazada por la violencia, mientras que Falconer (1977), las vicisitudes de un profesor universitario adicto a las drogas y encarcelado por fratricidio. La novela corta ¡Oh, esto parece el paraíso! (1982) supone la vuelta de Cheever a una visión de la vida contemporánea más alegre y esperanzada.

Cheever se casó con Mary Winternitz, una graduada de la Sarah Lawrence College e instructora de literatura en el Briarcliff College, y pasó cuatro años en la Armada durante la segunda guerra. Más tarde escribió guiones televisivos y se mudó a Scaraborough, New York, donde vivió desde 1950 hasta 1955. Viajó con su familia a Italia en el 56, y en ese mismo año se mudó permanentemente a Ossining. Los Cheever tuvieron tres hijos: Susan, Benjamin, y Frederico.
Mientras tanto se sucedían los premios: en 1951 ganó la beca Guggenheim. Su cuento ‘The Five-forty-eight’ ganó el Benjamin Franklin magazine award en 1955, y ‘El marido rural’’ ganó el O. Henry Award en 1956. Ese mismo año fue nombrado integrante de la American Academy of Arts and Letters, uniendose a Saul Bellow, Robert Lowell y Thornton Wilder.

Cuando cumplió sesenta sufrió un ataque cardíaco y paso un largo tiempo de recuperación en la división para cardíacos del Memorial Hospital de New York. Una vez recuperado se dedicó a impartir talleres literarios en la prisión de Sing Sing, en su Ossining natal. En 1975, dándose cuenta de que estaba perdiendo una severa y crónica batalla contra el alcohol, se confinó en un centro de rehabilitación alcohólica. Una vez más, encontraría paz en el ceremonial litúrgico de la Iglesia Episcopal. Murió en una tarde del 8 de junio de 1982, víctima de un cáncer.

Sus escritos retratan la vida contemporánea en Estados Unidos. Pueden considerarse comedias de costumbres elegantemente elaboradas, preocupadas por el empobrecimiento espiritual y emocional de la clase media. Sus personajes son por lo general simbólicos, y las situaciones realistas y detalladas. Cultivó la narración breve con asiduidad. Escritores próximos a él serían Bernard Malamud o Flannery O´Connor. Pero también, como en el caso de Malamud, han sido sus novelas las que lo han convertido en un autor famoso.

Un crítico norteamericano ha dicho sobre él: "Pienso que John Cheever es un escritor incomparable. No empleo este adjetivo en un sentido exclusivamente laudatorio. Le doy también su significación más precisa: no encuentro ningún otro autor que pueda comparase con él. Hay muchos escritores de literatura fantástica, pero no recuerdo ninguno que sea al mismo tiempo de un realismo tan convincente como el de Cheever. Hay muchos escritores realistas, pero no encuentro ninguno que sea a la vez tan divertido y tan grave."

Apuntes sobre su obra
Cheever escribió cinco novelas -Crónica de los Wapshot (1957), El escándalo Wapshot (1964), Bullet Park (1969), Falconer (1977), Parecía un paraíso (1982)- y sesenta y un relatos recogidos en distintos libros. The Stories of John Cheever (1978) o Cuentos y relatos (Emecé, 1980) es una voluminosa antología que incluye la totalidad de los libros The Enormous Radio and Other Stories (1953); The Housebreaker of Shady Hill and Other Stories (1958); Some People, Places, and Things That Will Not Appear in My Next Novel (1961); The Brigadier and The Golf Widow (1964); y The World of Apples (1973).

De todos modos Cuentos y relatos (ganador del Pulitzer y el American Book) no es una edición definitiva de la cuentística de Cheever. En 1988 se anunció la publicación de The Uncollected Stories of John Cheever (1930-1981), donde aparecerían sesenta y ocho narraciones, entre las que se contaría su primer cuento ‘Expelled’ y su primera e inconseguible colección de cuentos, The Way Some People Live: A Book of Short Stories (1943).

La obra de Cheever traducida al español es: Suburbio (en inglés Bullet Park, Emecé, 1979); Falconer (Emecé 1977); Parecía un paraíso (Emecé, 1983); Crónica de los Wapshot (Alfaguara, 1985); El escándalo Wapshot (Pomaire, 1964); Cuentos y relatos (Emecé, 1980); y sus Diarios (en inglés The Journals of John Cheever, Emecé, 1993). No hay todavía versiones en español de sus volúmenes de entrevistas y cartas.


[Artículo redactado en febrero de 2002. Pendiente de revisión. Forma parte del global BIOGRAFÍAS DE GRANDES ESCRITORES DE RELATOS: ALGUNOS "DESCONOCIDOS"].