19/1/12

Christmas 3.0

Todo se transforma”, decía Heráclito y cantaba Jorge Drexler. Incluso algo aparentemente tan inmutable como la Navidad ha sufrido cambios. Los más “retro” –por no decir algo peor– recordaremos aún el aluvión de postales navideñas (o christmas) que se recibían en cada hogar. Verdaderas miniexposiciones en la entrada o en un rincón del salón que, cualquier día, veremos recreadas en alguna galería de vanguardia o en el mismísimo museo Reina Sofía. Sin embargo, hace ya tiempo que lo único que abarrotamos en estas fechas son las memorias de nuestros teléfonos móviles, las bandejas de entrada de nuestros correos electrónicos o los muros de Facebook. Parece que este año le toca a Twitter colapsar las líneas y darle una alegría a sus accionistas.

Tradiciones.com
Volvamos a lo
vintage. En los países de tradición cristiana se han enviado postales navideñas de forma generalizada desde 1843, cuando a sir Henry Cole se le ocurrió la feliz idea de comercializarlas. Por su calidad artística, las anglosajonas y centroeuropeas han influido en la percepción que de esta época del año tenemos. Pero con el tiempo, y los avances tecnológicos, los christmas se han ido transformando. Era inevitable.

Uno de los cambios fundamentales ha sido la disminución en el envío. Según una encuesta llevada a cabo en diciembre de 2010 por el portal de telefonía móvil Movilonia, apenas un 4% de los participantes (internautas españoles) expresaba su intención de continuar enviando postales navideñas. Las nuevas tecnologías poco menos que han convertido en nostálgicos y/o anacrónicos a quienes lo hacen. Lo cierto es que, a finales de la década de 1990, Internet y la telefonía móvil se convirtieron en parte fundamental de nuestras vidas. Así, sin más. Como si de un cambio de piel de serpiente se tratara, se tradujo todo lo analógico a digital. Navidad incluida. Pasamos de enviar nuestros buenos deseos y felicidades en papel a enviarlos vía SMS, emails o enlaces de Internet. Los primeros christmas digitales eran simplemente la traslación de los modelos tradicionales a formatos de imagen estándar para ordenadores (jpg, gif o bmp). Hasta que llegaron la animación y los terminales multimedia de telefonía.

Proliferaron las páginas web desde las que enviar postales virtuales, la gran parte realizadas en Flash y personalizables. Un paso más allá son las Redes Sociales. Youtube cuenta con multitud de vídeos y canales exclusivos para temas navideños. Facebook tampoco se queda atrás, pues es terreno propicio para este tipo de actividad mensajeril. Pero el gran salto cualitativo es el de los teléfonos de última generación, cuyos pequeños programitas (apps) son la nueva gallina de oro de la industria. Un ejemplo, para iPhone, es Xmas Greetings, que permite convertir nuestras fotos en felicitaciones navideñas.

Ho Ho Ho!
Sin embargo, al igual que ocurrió con el papel, la experimentación y lo
kistch acabaron por llegar al mundo digital. ¿Quién no recuerda alguno de esos vídeos de monigotes bailarines con rostros superpuestos? Los hay con famosos, con familiares y amigos o, peor aún, ¡con el nuestro! ¿Qué decir de esos terroríficos dublips, karaokes coregrofiados y grabados con estética UPA Dance? Tienen su público. Pero tal vez peor sea la ingente cantidad de spam que, aún sin ser exclusivo de estas fechas, está elaborado con... mayor esmero. Dejémoslo ahí.

El fantasma de las Navidades futuras
Falta por ver el uso que se hará de otras tecnologías con gran potencial, como los códigos QR (especie de código de barras cuadrado), la Realidad Aumentada o las pantallas flexibles. Quién sabe, estas últimas podrían sustituir a la postal navideña tradicional de papel. No sería de extrañar, los cazadores de tendencias avisan de que todo es cíclico, todo vuelve. Son las paradojas de nuestra civilización. Algún día, como en aquella famosa escena de 2001: Una odisea del espacio, lanzaremos al aire una postal antigua y, tras unas cuantas piruetas, recogeremos una pantalla de alta resolución con la imagen que mejor represente nuestra visión de la Navidad. Y de fondo, una melodía que reconoceremos a fuerza de escucharla año tras año, campana sobre campana y sobre campana una...

¡Felices Fiestas!

Nota: Este es el reportaje original. Editado se publicó en el número 1 de la revista HSM.