16/11/12

La innovación comienza por uno mismo



Por estas fechas en 2001 se llevó a cabo un experimento sociológico en Madrid: el proyecto Robinson, auspiciado por la revista  Quo. Encerraron a una persona, literalmente en calzoncillos, en un apartamento vacío portando únicamente un ordenador, acceso a Internet y una tarjeta de crédito con un límite de un millón de pesetas (6.000 €). Se trataba de comprobar si se podía sobrevivir, y de qué manera, durante un mes sin salir de aquellas cuatro paredes.

Más de una década después, tanto Internet como el comercio electrónico no son una tendencia que testear, sino una realidad implantada pero aún con una capacidad de desarrollo e innovación amplísima

En este sentido, si el experimento descrito anteriormente se realizara hoy día, habría notables diferencias. En primer lugar, ya no serían necesariamente obligatorios un ordenador y una conexión a través de línea telefónica tradicional. Por el contrario, un smartphone o un tablet con conexión 3G o 4G sería suficiente. 

En segundo lugar, la presencia de una tarjeta de crédito física tampoco sería indispensable, pues existen servicios de pago online asociados a una cuenta personal ampliamente aceptados.

Por tanto, nuestro Robinson podría comenzar su andadura ataviado con un único dispositivo. Por otro lado, la variedad y disponibilidad de servicios comerciales a través del ciberespacio son en estos momentos casi infinitos y sin límites espacio-temporales. 

Dejemos que las máquinas conversen
La madurez del eCommerce no es el único cambio apreciable. El avance en nuevas tecnologías y nuevos protocolos de comunicación en red permiten que, una vez realizadas las primeras compras y si éstas se han planificado bien, muchas de las rutinas domésticas se automaticen

Por ejemplo, gracias a la tecnología inteligente M2M (machine to machine), también conocida como el Internet de las Cosas, Robinson apenas tendría que preocuparse de comprobar las existencias de comida y encargar nuevas, ya que el propio frigorífico dispondría de esta información por sí mismo, compartiéndola con los servidores de uno o varios supermercados, que harían llegar los repuestos automáticamente sin intervención de operador alguno, excepto el servicio de reparto. 

No sólo eso, también podría establecerse comunicación a la inversa; es decir, cualquier de estos establecimientos enviaría información de descuentos, ofertas o promociones directamente al dispositivo personal de nuestro aislado superviviente.

Este es sólo uno de los ejemplos, muy sintetizado, de las posibilidades de comunicación e interactividad que nos depara el futuro en nuestros hogares y fuera de ellos. Los servicios disponibles serán cada más y mejores, ahorrándonos tiempo, dinero y molestias.




Evolución transparente
En realidad, el reto actual no es sobrevivir un mes sin salir de casa ni crear robinsones aislados. La cuestión es mejorar no sólo la calidad de vida de las personas, sino también de la eficiencia de los recursos y la sostenibilidad que se obtiene del conjunto. Y , como se aprecia en el vídeo, que todo fluya de forma natural gracias a una tecnología cercana e intuitiva para el usuario

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